Bajan paulatinamente las luces en la sala. Se ilumina el escenario. Suenan los acordes de Dios y el Diablo en el taller y así, entre aplausos, comienza el show.
La voz impoluta de Juan Carlos Baglietto y el piano inconfundible de Lito Vitale son los protagonistas de una noche emocionante. Juntos, con la complicidad cimentada en una amistad de treinta años, interpretaron clásicos que caracterizan su trayectoria como dúo y, hoy, como familia: Luciano Vitale en bajo y Julián Baglietto en batería acompañaron al dúo durante toda la velada; a excepción del segmento tanguero en el que se retiran del escenario.
Al clásico que dio apertura al espectáculo le siguieron Príncipe del manicomnio y DLG. Las tres primeras canciones corresponden a los discos Más de lo mismo, Qué vas a hacer en esta tierra incendiada y Postales del alma.
“Este es el primer show de lo que, esperamos, sea una larga lista de muchos otros: pero este es el primero” resaltó Juan Carlos Baglietto. “Fue rarísimo subirse al micro, compartir esto nuevamente, es una gran experiencia, una profunda alegría, es un gusto vernos aquí una vez más, cuidándonos. Acá estamos”.
Tras sus palabras de bienvenida comenzó el segundo segmento de la noche, con tres canciones del disco de música latinoamericana Postales del nuevo mundo. Parao, de Rubén Blades, Qué he sacado con quererte, de Violeta Parra y Vámonos, de José Alfredo Jiménez; fueron ovacionadas por el público, que sostuvo el aplauso durante todo el espectáculo.
“Encontramos en los tangos un lugar de libertad y de música a la que pensamos y sentimos que le podíamos sumar algo en particular”, explicó Lito Vitale para introducir el segmento tanguero del show, que dio inicio con una impecable versión de El día que me quieras (Carlos Gardel, Alfredo Le Pera), del disco Postales del alma. El dúo continuó con emocionantes interpretaciones de Los Mareados (Aníbal Troilo, Francisco Fiorentino), Cafetín de Buenos Aires (Mariano Mores, Enrique Santos Discépolo), La última curda (Cátulo Castillo, Aníbal Troilo) y Nada (Horacio Basterra, José Dames).
“Nuestros viejos intentaron meternos bajo nuestra piel aquella maravillosa música. Pero claro, hay una edad en la cual cualquier cosa que tenga que ver con nuestros viejos está mal. El tiempo pasa, inexorablemente. Y de la misma manera que uno se reconcilia con los afectos familiares, se reconcilia también con aquella maravillosa música. Y un día, no sin asombro, descubre que en realidad nuestros viejos sí ganaron la batalla, y que lograron meternos bajo la piel aquella maravillosa música. Pasamos de sentir vergüenza de que nos relacionen con nuestros viejos a sentirnos profundamente orgullosos de tener una cosa más en común: la música”, narró un conmovido Baglietto durante el transcurso del segmento.
La cuarta parte de la velada correspondió a Historia del mate cocido, Dorotea la cautiva, Tonada de un viejo amor y Piedra y Camino.
Un momento especial en el espectáculo fue la interpretación de Ese amigo del alma: al observar en detalle lo que se sucedía en ese momento en el escenario, pudo verse un Baglietto que no paró de sonreir y de divertirse como un niño, en medio de una comunión familiar, y un Vitale que disfrutó cada acorde.
El cierre del espectáculo se engalanó con encendidas interpretaciones de Tratando de crecer y El Témpano.
Las cosas tienen movimiento fue el bis que dio el broche final a una noche de esas que no se olvidan.