“Esto de vernos, charlar, cerrar ese círculo que uno abre silenciosamente cuando escribe y no sabe quién está al otro lado. Juntarte con tus lectores o con tus potenciales lectores, porque a lo mejor también habrá gente que no me haya leído o no haya leído este libro, nos permitirá charlar de libros e irnos con interrogantes”. De esa manera el escritor e historiador Eduardo Sacheri definió la importancia de la realización de eventos como Libros en Olavarría, que en la tarde del último miércoles quedó formalmente inaugurada y que durante los próximos días continuará con interesantes y atractivas propuestas.

 

Sacheri arribó a nuestra ciudad y previo a realizar la presentación de su más reciente novela, “Nosotros dos en la tormenta”, protagonizó una rueda de prensa junto a medios locales. “En general me gusta con cada novela aterrizar en distintos momentos de la historia argentina reciente. Probablemente porque soy profesor de historia, probablemente porque me parece que la literatura también es una manera de interrogarnos sobre el pasado reciente, sobre todo en zonas no tan transitadas por la ficción o por el cine”, expresó sobre su última obra.

 

“Esta novela que está ambientada en el 75´, es decir en el gobierno de Isabel Perón, antes del golpe, de la dictadura. Me parece un período turbulento, conflictivo, fecundo en significados, me pareció interesante aterrizar ahí”, agregó.

 

Sobre la historia de la novela en sí detalló que “los protagonistas de este libro, estos dos amigos, sus vidas son muy particulares porque son miembros de organizaciones armadas. Uno es miembro de Montoneros y el otro es miembro del ERP, que fueron dos organizaciones revolucionarias paralelas, es decir, aunque su objetivo uno desde la distancia puede decir se parecía, tiene que ver con esto de la conquista revolucionaria del poder, iban en paralelo, no colaboraban. Me interesaba recrear la amistad de ellos, pese a sus vidas diferenciadas y sobre todo la cotidianeidad de esa gente, es decir, evitar las caricaturas que frecuentemente se construyen, a veces con una idealización que a mí no me satisface, a veces de una demonización que tampoco me parece útil para entender a las personas y esa fue un poco la búsqueda”.

 

Agregó que “tiene mucha investigación académica, porque el tema de la violencia guerrillera, si bien en la ficción está muy poco tratado, en el trabajo académico sí está muy tratado, entonces me parece importante. Si bien, yo ya había nacido y era un chico en 1975, no es lo mismo tu memoria familiar o tu memoria barrial que el trabajo académico, del mismo modo que me pareció importante recabar testimonios de gente involucrada tanto desde el lado de las organizaciones armadas como de las víctimas de sus acciones. Lo que tiene de personal es el ámbito geográfico, porque la novela se desarrolla en el oeste del Gran Buenos Aires, que es bueno mi lugar en el mundo. Castelar, Ituzaingó, Ciudadela, esa zona oeste del Gran Buenos Aires que, como es mi mundo, es donde más cómodo me siento”.

 

“Abrirle al lector una posibilidad”

 

“Cada novela mía me interesa abrirla o abrirle al lector una posibilidad de reflexionar sobre lo humano de nosotros y lo histórico, pero reflexionar sin que yo te baje línea en cuanto a ‘estos son buenos, estos son malos’, ‘estos se tienen que ver simpáticos, esto tiene que caer mal’. Si vos encontrás algún mensaje, buenísimo, pero no me parece que esté bueno que yo cifre un determinado mensaje a la espera de que vos lo encuentres”, continuó acerca de los objetivos que se traza al iniciar una obra.

 

En esa misma línea añadió que “me parece que el arte en general y la literatura en particular son precisamente herramientas que los seres humanos necesitamos para encontrar serenidad en el caos, sentido y dirección en los laberintos con la Argentina, que es muy pródiga en caos y laberintos. Y en ese sentido a mí me gusta poder ser parte de ese encuentro diferente, por supuesto que me interesa muchísimo la política, me interesa muchísimo la economía, pero lo que nunca hago es bajar línea con mis opiniones. Me parece que a veces los intelectuales parecen sentir como una obligación o un derecho, o ambas cosas, de decir pensamos esto, sostenemos esto, casi que indicándole al bulbo lo que deben pensar, lo que deben sentir o lo que deben hacer, a mí no me parece que esté bueno eso”.

 

Con respecto a la realización de este tipo de eventos ponderó que “lo que me parece más lindo de las ferias, de los encuentros del libro, es que la literatura es un arte individual y silencioso en general, tanto por parte de quien ejecuta como por parte de quien disfruta después. En una obra de teatro los actores y el público están ahí. Toca una banda de rock y su gente está ahí, con los libros no, con los libros yo lo escribo en la más absoluta soledad y habitualmente vos lo lees de la misma forma. Esto de poder encontrarnos me parece que es el mejor estímulo para los lectores, en el sentido de asomarte a la cocina y charlar con los cocineros, me parece que te permite entusiasmarte de otro modo en relación a lo que ya le diste, porque lo resignificas y te entusiasmas para nuevas lecturas y nuevas cosas, porque en el fondo lo que vamos a tener en común los que nos juntemos en la sala es que nos gusta leer, en el fondo en el fondo eso es lo que nos vincula. Entonces hablaremos de mis libros o hablaremos de cosas que hemos leído, y nos iremos con ganas de leer algo más, eso me parece que es lo que vuelve irremplazable este tipo de encuentros”, concluyó.