La Dirección de Bromatología del Municipio de Olavarría da a conocer información vinculada a perros potencialmente peligrosos, al tiempo que brinda herramientas para prevención de incidentes en relación a ello.
Se consideran perros potencialmente peligrosos a aquellos que, por su naturaleza, peso y constitución corporal, puedan lesionar animales o personas más gravemente que otras especies más pequeñas. Sin embargo, esto no determina la agresividad de un perro. Además, hay que tener en cuenta que incluso la mascota más pequeña y cariñosa, puede morder si se lo provoca.
Más allá de la genética del animal, el ambiente y su crianza es fundamental para minimizar los riesgos de un ataque agresivo.
Pautas para educar a los animales de compañía
– Cualquiera de los animales (mestizos o de raza) deben ser separados de la madre como mínimo a los 60 días de edad (no antes) para permitir la inhibición de la mordida.
– Sociabilizarlo. Es importante es que, entre los dos y cuatro meses, los perros estén junto a sus tutores y los acompañen en todo lo que se pueda.
– Adiestrarlo. Entre los cuatro y ocho meses del perro, etapa denominada como “período de los miedos”, es imprescindible enseñarle y ponerle límites sobre las cosas que se pueden hacer y aquellas que deben evitar.
Pautas para prevenir mordeduras de perros
– Nunca tomar los juguetes o la comida de un perro, ni molestarlo mientras duerme o cuida a sus cachorros; aun cuando ese perro sea nuestra mascota o nos resulte familiar.
– Nunca tirar de las orejas o la cola de un perro, ni arrastrarlo o treparse a él.
– Nunca correr hacia un perro, incluso si está atado y con su tutor. Acercarse con calma y no acariciarlo sin permiso, aunque el perro sea conocido o parezca amistoso.
– Nunca acercarse a perros extraños. Quedarse quieto si un perro se acerca para olfatear. Si un perro muestra signos que anticipen agresión, alejarse tranquilamente. Evitar correr, golpearlo o hacer movimientos bruscos.
Los niños son, en términos porcentuales, las principales víctimas de las mordeduras de perro, y la mayor incidencia se observa durante la primera infancia y la niñez. El riesgo de sufrir una lesión en la cabeza o el cuello es mayor en los niños que en los adultos, lo que se suma a la mayor gravedad de las lesiones, una mayor necesidad de tratamiento médico y mayores tasas de mortalidad.