Durante este año se iniciaron una serie de trabajos en distintas etapas para preservar el edificio de La Casona, uno de los más emblemáticos de la ciudad de Olavarría.
“El patrimonio histórico tiene una ley que protege una cantidad de construcciones que tienen que ver con el acervo cultural de los pueblos y fundamentalmente la historia”, destacó el titular del Bioparque Flavio Maldonado.
“Dentro de esas cuestiones de patrimonio están los edificios, y nos parece fundamental reparar y refuncionalizar algunos de sus espacios para su puesta en valor”, agregó.
Uno de los cambios internos que sufrió el edificio internamente fue la refuncionalización del reptilario, museo y oficinas internas que hoy comprenden el primer Centro de Interpretación Ambiental Churrinche.
“Trabajamos en el cierre funcional de una de las galerías para que en invierno las tareas educativas, con grupos escolares resulten más placenteras, terminamos la reconstrucción del techo de la galería interna trasera que se encontraba muy deteriorada y comenzamos con la pintura y reparación del frente de la casona”, detalló Flavio Maldonado.
Entre los trabajos a realizar, adelantó que se evalúa el comienzo de la restauración total de escalera y parte trasera de La Casona.
Un poco de historia
Juan José Brito Sayús, nieto de Alfredo Sayús, el segundo propietario del campo y responsable del mote que aún perdura: “La Máxima”, relata que su nombre proviene de “La suegra del doctor Sayús se llamaba Máxima Otamendi de Rubio, y en su honor se le puso al campo el nombre de «La Máxima».
El edificio original del campo consistía en un cuarto bajo y otro encima de él, al que se tenía acceso por una escalera exterior de madera que desembocaba en un balcón largo. A continuación del cuarto bajo, hacia el sud, había otras dos habitaciones contiguas que todavía existen.
Muchas veces se ha pensado que el edificio pudo ser un fortín o una posta, pero en realidad es difícil saber el verdadero origen. De todas maneras, se nota la diferencia con las otras habitaciones que hizo construir Sayús, ya que poseen paredes más angostas.
Su espíritu fino y amante de los árboles llevó al doctor Sayús a plantar inmensa variedad de los mismos: eucaliptus, pinos «insignis», cedros, álamos blancos, cipreses, nogales, plátanos, sauces, castaños, ciruelos, durazneros, perales, damascos y viñedos, que hicieron la delicia de los habitantes de «La Máxima” en el verano. También plantó palmeras, especie poco común en la zona.
Naturalmente, sus descendientes renovaron el monte en distintas oportunidades. Quizás por su deseo de mantener cierta privacidad, el casco donde se encontraba el edificio principal de «La Máxima” estaba todo rodeado por cercos de ligustros o setos, que impedían ver el mismo desde la calle. Además, servían para amortiguar el balido de los terneros que a horas de la tarde eran apartados de sus madres y colocados en los cuadros arbolados que dan hoy a la avenida Pellegrini.
El edificio principal sufrió modificaciones y ampliaciones que se hicieron en vida del doctor Alfredo Sayús. Se le agregó un gran comedor, junto a él un escritorio, después un gran baño, luego la cocina, una despensa y otro baño. Luego se fueron agregando otras dependencias y frente a una de las galerías, existía un pequeño patio cubierto de lajas de granito, con un cantero en el medio.
En el marco de este camino de conservar el estado de un edificio histórico para la comunidad, continuarán las obras iniciadas, con el firme compromiso en la preservación de nuestro patrimonio.